El conducto llega aquí a una de sus aduanas simbólicas.
Tablero de tránsito — La encrucijada representa ese punto donde los diminutos deben descender y someterse a una verificación antes de poder continuar el viaje.
Cada tablero funciona como una frontera de paso, una comprobación natural que asegura que cada viajero está listo para el siguiente tramo del recorrido.
En la superficie aparecen canicas rojas, símbolos de los miedos y dudas que resurgen justo antes de cruzar a un nuevo nivel.
Superar la aduana significa reconocer y afrontar esas emociones para seguir avanzando;
quien no lo logra no queda fuera, solo en pausa, esperando su momento de madurez interior para volver a intentarlo.
La escena combina expectativa y movimiento: algunos diminutos esperan su turno, otros se enfrentan a la prueba y otros ya atraviesan el portal iluminado que marca la ruta a seguir.
La obra nos recuerda que toda evolución requiere detenerse un instante para confirmar lo aprendido:
las aduanas del viaje no detienen el cambio, lo fortalecen.

