Esta obra marca el inicio real del desplazamiento.
No es aún el gran aeropuerto del destino, sino el primer eslabón del viaje: un punto de salida funcional, pequeño, desde el cual se accede a un nodo mayor donde se decidirá la dirección final.
Aquí no se llega a un lugar: se empieza a dejar el anterior.
Los diminutos preparan el embarque conscientes de que este no es el destino, pero sí el inicio irreversible del trayecto.
El gesto de subir al primer transporte transforma la intención en hecho: el cambio deja de ser una idea sostenida y pasa a ser una secuencia en marcha.
La plataforma de despegue evidencia una verdad silenciosa del cambio: no se salta de una vida a otra en un solo movimiento, sino por etapas encadenadas.
Este es el primer tramo físicamente real, el tramo que prueba que el viaje ya no se piensa —se está viviendo—.

