En esta fase del viaje aparece el elemento que vuelve sostenible el cambio: la capacidad de proyectar futuro.
Un portal luminoso expulsa canicas de múltiples colores que los diminutos reciben con expectativa, sabiendo que en su interior viajan los deseos, las ilusiones y las motivaciones que alimentarán el trayecto.
Aquí no se recoge peligro, sino sentido.
Este portal actúa como una matriz de posibilidad: fabrica aquello que aún no existe, pero que ya empieza a orientar la dirección del viaje.
Las canicas que emergen no son recompensas, son puntos de partida; contenedores de intención que permiten reemplazar el vacío que dejó lo abandonado.
El gesto de esperar y recibir estos fragmentos de sueño es el gesto de quien vuelve a creer.
La obra señala algo esencial: ningún cambio se sostiene solo por romper con lo anterior;
el verdadero sostén aparece cuando nace lo que nos impulsa hacia adelante.
El generador de sueños marca el momento en que la imaginación se vuelve motor y el futuro empieza a tener forma.

