Colección: La grandeza de lo diminuto
El conocimiento diminuto presenta a Los Diminutos como custodios de su mayor misión: rescatar lo más puro del ser humano antes de que la vida lo deforme.
Las canicas no son objetos, sino depósitos simbólicos, contenedores de aquello que fuimos cuando la nobleza era natural: la risa limpia, el juego sin cálculo, el compañerismo, la lealtad, la emoción franca, la verdad sin máscara; todo lo que nos hacía humanos antes de que el destino, la estructura o la supervivencia nos modificaran.
Además de rescatar virtudes, Los Diminutos acuden a los libros como archivo de humanidad. No buscan información literal, sino el valor destilado de la experiencia escrita.
Lo que extraen de esas páginas no se traduce en objeto, sino en comprensión: necesitan conocer al ser humano para discernir qué merece ser preservado y qué no.
Su trabajo sucede a menudo en la noche, cuando el mundo duerme y ellos recorren hogares buscando las canicas que guardan lo mejor de nosotros, para impedir que la inocencia y los buenos deseos se pierdan por abandono.
En este díptico, el conocimiento no se muestra: se protege.
Y si alguna vez has escuchado rodar una canica en la oscuridad, quizá no era azar: estaban trabajando para que lo esencial no desaparezca.

