Esta pieza también la trabajé sobre tabla fenólica, un soporte que me gusta por su resistencia y porque me permite experimentar con distintos materiales sin perder estabilidad.
Acá el proceso fue más urbano y gráfico, combinando aerosoles, stencil, letras y texturas que se mezclan con las Kriatures en 3D. Todo está recubierto con resina epoxi, lo que genera ese acabado brillante que encapsula la obra, como si el tiempo quedara suspendido adentro.
La base tiene una transición de color que va del blanco al negro, pasando por tonos ocres y dorados, donde se leen fragmentos de texto, números, y restos visuales que recuerdan a la ciudad, al ruido, a la saturación visual con la que convivimos todos los días.
Encima, las Kriatures negras se dispersan y se agrupan, casi como si estuvieran atravesando un entorno caótico o industrial. Algunas destacan por su color —como las rojas, amarillas o azules— que rompen el ritmo monocromático y generan pequeños focos de energía.
Este contraste entre lo orgánico y lo gráfico, entre lo digital y lo matérico, me interesa mucho.
Las formas irregulares de la tabla ayudan a reforzar la idea de que nada está completamente definido, que todo está en movimiento, en expansión.
Cada Kriature representa una presencia dentro del ruido visual, un intento por mantener identidad y dirección en medio del caos.
La resina epoxi vuelve todo más denso, más profundo, como si ese caos se estuviera conservando, atrapado dentro de una capa transparente.
Firmé abajo, como siempre, cerrando el recorrido visual.
Esta obra para mí habla de urbanidad, ruido, movimiento y supervivencia: de cómo seguimos buscando sentido en medio del desorden.
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