En esta obra, los aviones de papel cargados con sus canicas rozan la superficie de un portal luminoso.
El destino aún no se ha cruzado, pero está al alcance de la mano: falta solo un último impulso.
Es el instante en que la cercanía del logro genera una alegría anticipada.
La escena recoge esa emoción única que aparece cuando el camino demuestra estar bien elegido:
ya no hay incertidumbre, solo la felicidad de saber que queda muy poco.
No es el final, pero sí la confirmación más nítida de que el final está asegurado.
Rozar el cielo representa el umbral previo al triunfo: cuando el sueño todavía no se ha consumado, pero ya se siente como verdad.

