El portal comienza a abrirse, pero todavía no permite el paso.
Los diminutos permanecen suspendidos frente a él, planeando en el aire mientras esperan la activación del conducto transportador —el mismo que llevará en el interior de las canicas los buenos deseos acumulados en la fase anterior.
No pueden avanzar aún, y esa espera tensa convierte el planear en una expresión física del estado emocional.
El planeo no es vuelo libre, es contención: el nervio, la duda y la emoción de enfrentarse a lo desconocido sin poder moverse todavía.
Es el instante en que la mente imagina todos los escenarios posibles antes de dar el salto, mientras el cuerpo queda suspendido entre lo que se deja y lo que aún no se alcanza.
Planeando ante la apertura del portal captura ese segundo crítico donde el futuro está anunciado pero no accesible:
la vida está a punto de abrirse, pero obliga todavía a pensarse antes de cruzarla.

